Ese día no.
Ese día le pesaron demás sus 50 años, el ruido de la alarma comenzó a sonar, como energía estática almacenada con un destello alcanzó para que con la mano apagara la alarma que cada vez era mas ruidosa.
La mente comenzó a despertar esperando la chispa de energía que lo hiciera levantarse de la cama, poco a poco fue consciente de el dolor muscular normal de su edad (al menos así lo pensaba él). No había energía ni para abrir los ojos, 5 minutos más y me levanto, pasó otro lapso de tiempo en el que no pudo dormir pero tampoco despertar... su cerebro empezó a pensar..., a hacer una oración, siempre lo hacía, cuando no quería despertar para acallar su conciencia y no sentir que estaba perdiendo el tiempo o que era perezoso, encontraba el espacio para hablar con Dios, ese diálogo siempre empezaba igual:
-Señor.
-Dime hijo.
-Aquí estoy (sabía que esa frase era copiada del Isaac bíblico, además desde que supo que Isaac significaba sonrisa de Dios pensaba que si él se llamara Isaac su vida hubiera sido muy alegre).
y así empezaba su dialogo con Dios y generalmente no continuaba, la mente empezaba a divagar, a entretenerse en los hechos mas irrelevantes o a penar en los pendientes del trabajo, en las cuentas vencidas, en los temores de que algo malo pasara, en el miedo que su negligencia o incapacidad estuviera bajo una gran espada de Damocles que el mismo había colgado sobre su cabeza, en la angustia de toda la vida: que algo malo era inminente.
En todo eso entretenía su mente, incluso en un rincón de su pensamiento comenzó el estribillo de una canción, era común que despertara con una canción que, pegada en el cerebro como un chicle en el suelo en plena temporada de calor, la mayoría de las veces eran canciones que le gustaban, pero a veces eran canciones que no le gustaban y aun así seguían pegadas, ese día se escuchaba:
Si tú quieresCaminamos por la vidaNos curamos las heridasNos bebemos el dolor.
Solo ese párrafo repetido una y otra vez. mezclado con sus pensamientos. Eso era muy frecuente y se entretenía pensando que puerta del subconsciente estaba tocando la canción para que se le quedara pegada y duraba con la canción todo el día a veces dos. Hace pocos años encontró una solución para quitarse las canciones que no le gustaban, llegaba a su trabajo y en cuanto podía buscaba la canción, la escuchaba y listo quedaba borrada de la repetición en su mente.
Así seguía acostado con la mente resolviendo cosas del trabajo, muchas veces con pensamientos sobresaltados por que había olvidado algo importante, un pago, una entrega, una llamada que le iba a ocasionar problemas pero que de hecho ya lo había sobresaltado.
Normalmente el torrente de químicos que su cuerpo generaba por el estrés de esas tareas era el pedernal que encendía la chispa que lo levantaba, enderezaba su cuerpo repentinamente (muchas veces asustaba a su esposa al levantarse siempre repentinamente) pero esta vez no llegaba la chispa.
Así siguió acostado, como no había energía ni pensamiento que lo motivara a pararse comenzó a pensar que la historia de Gregorio Samsa no era ficción, que quizá era un relato real que se repetía una vez por generación en una parte del mundo, por que justo ahora el se sentía como Gregorio, su familia no podría mantenerse, nunca le alcanzó el tiempo ni el dinero para hacer lo que debe hacer cualquier persona normal y responsable, ahorrar, comprar un seguro de vida, uno de gastos médicos, uno para el auto y si compras un seguro para la universidad de tus hijos ganas una estrellita en la frente en la escuela de padres responsables por que has pagado con dinero la cuota para alejar el miedo. Pero él no tenía estrellita así que tenía un gran problema.
El tiempo seguía pasando y no se levantaba, no se levantó.
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