Agustìn Hernández, arquitecto.
Ayer murió Agustín Hernández, casi a los 100 años,
¿Quién fué Agustìn Hernández en mi vida?
Un vaca sagrada de la arquitectura, la vaca rebelde, fresa y futurista, el opuesto perfecto para Luis Barragán, mi Luís Barragán, el poeta-pulcro-arquitecto-ingeniero. Agustín el opuesto al Dios mexicano y sincero de la arquitectura.
Ver una pintura de manuel Felguerez era ver una obra de Agustín Hernández, geometría intersecta , bella y pura en en su abstracción.
Agustìn, si quererlo y sin saberlo me enseñó que el arte, es siempre y por definición, arbitrario, que el discurso explicativo y justificativo es un adorno, que puede ser bello y sereno como la poesía que Barragán invocaba de Bachelard, pero ahí también es discurso que no alcanza a explicar la emoción que provoca el arte puro.
En esos hermosos días yo buscaba entender varias cosas, entender que demonios era el concepto y la identidad y como se relacionaban con la arquitectura y sobre todo con la vida y la realidad.
Agustín en un libro justificaba su arquitectura con unas premisas, en una entrevista para una revista justificaba la misma obra con otras premisas, y en una conferencia en La Salle León otra justificación totalmente diferente, para mi que en ese entoces buscaba la verdad fundante de la arquitectura, encontré en Agustín, lo que hoy intuyo, es la relidad del arte, la verdad en el arte es flujo y es cambiante, no importa lo que creas que justifique tu obra, ni siquiera lo que su realidad exprese, solo importa lo que experimenta el que la usa.
Una vez en una explicación de la casa en el aire Agustín hablaba de un falo penetrante, y el usuario ficticio que un profesor imaginaba preguntaba desde el interior de esa casa en donde iba a colgar el cuadro de la foto familiar en esas paredes inclinadas. Una dura crítica a la disociación entre vida real del ususario y fumadas creacionistas del artista. Seguramente que los que iban a a vivir en esa casa ya no existen, Agustín ahora no existe, pero si queda esa casa digna de Star Wars, que yo considero bella como una pelicula de Mauricio Garcés.
Agustín era un artista y los artistas no mueren facilmente, una persona normal hubiera resuelto el problema como los vecinos de a lado de la casa en el aire.
Pero Agustìn era original como muchos pretendemos ser originales, aún cuando en ese entonces nuestro concepto de originalidad era imitarlo a el o a Barragán o más fácil aún las ventanitas cuadradas, el color indiscriminado y la texturota de Legorreta.Asì, ese día de su conferencia en la Ubac o La Salle León a mis 20 años yo iba echando madres y renegando de la hipocresía de Agustín, y no pasó mucho tiempo para que entendiera ese mensaje lleno de verdad: haz lo que quieras, pero hazlo chingón, con el tiempo ni la obra queda y las justificaciones se olvidan, solo queda la energìa de los que la vivieron y el amor con que la creaste.
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